viernes, 1 de agosto de 2008

Pensamientos

El lapacho blanco inclina sus ramas, en una modesta reverencia a la pequeña cascada que serpentea a mis pies. Su suave murmullo melifica mi interior invitándome a una serena expectación y recogimiento de mis sentidos. El árbol, comprensivo, acaricia mi ser con una cascada de hojas sepias. En esa expectación, la conciencia refleja esa acción natural, pero en vez de hojas son remolinos de pensamientos que fluyen, unos tras otros. Los dejo fluir; les presto atención. Pensamientos, pensar, ¿de donde surgen? Presto más atención. Entiendo que estoy una vez más ante una experiencia cuyo contenido se convierte automáticamente en conocimiento. Conocimiento que se archiva en los estratos de la memoria fluyendo en pensamientos. Descubrí al lapacho de mi interior, origen del torbellino de hojas que se agitan en la superficie de la conciencia. Contemplo también que ninguna de las hojas había afectado al agua que fluía mansamente a mis pies. En mi interior tampoco afectó mis emociones, manteniendo la quietud emocional. Descubro que el ciclo culmina con el movimiento de las hojas al caer mecidas por el céfiro. En mi interior se traduce en acción. Un ciclo completo del ser: experiencia; conocimiento; memoria; pensamiento; acción. Un ciclo atrapado dentro de un espacio-tiempo de culminación y de un nuevo comienzo. Comprendí que este es el modo en que he vivido y que jamás he salido de ese campo. Y que el contenido de mi conciencia es todo aquello que genera el pensamiento. Tomo el contenido de mi conciencia y lo observo. Hay un contenido rico en carencias y neurosis, complejos y culpas. Descubrí uno de los motivos del torbellino. Ahora viene lo más difícil, acompañar al torbellino, comprenderlo y sentir como se disuelve, para vivenciar una conciencia vacía del cúmulo de las cargas del pasado. Para vivenciar el estado de una conciencia libre de hojas sepias.

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