jueves, 31 de julio de 2008

El Niño

La luz reverbera en corpúsculos uniformes, en suaves y prístinos tonos, irradiándose en ondas. Siento como este estado de equilibrio y armonía se tensa en una entropía vertiginosa mientras mis sentidos se entorpecen y se densifican.
Siento el hábitat que me rodea mimetizándome involuntariamente con ella; atrás queda la plenitud del vacío existencial, vacío de creaciones voluntarias. Donde el Ego esta ausente y solo existe la VIDA. Vida que puja entre los sutiles hilos de una matriz de formas de pensamientos, en la cual la humanidad se encuentra desorientada. Siento, mientras rozo individualidades a mi paso, como las personas caminan por senderos creados por ellos mismos o por sus ancestros; erigiendo ideales que motivan sus pasos, logrando al final, el concepto sublimizado de sus creencias. Siendo el resultado de sus búsquedas, siempre lo conocido, lo prometido.
Entre ligustrinos surge un gorjeo, una risa feliz. Siento un latido de vida, en un niño, que contempla con ojos expectantes la fauna vernácula que no conoce y comienza a descubrir; en el vuelo raudo de una pequeña mariposa multicolor. Crisálida traslúcida, que danza de pétalos en pétalos, húmedos de rocío. Buceo en el interior de este niño, y lo que siento me transporta al aljibe primigenio, ¿alegría?¿sorpresa?¿placer? no, vacío traducido en su interior en silencio, quietud, armonía. Él me siente y su corazón se acelera. Siento como todavía su mente no esta programada por sus mayores; es una mente virgen, pura. Todavía siente el fluir de la vida en su interior, todavía responde a lo esencial. Todavía Dios mece los pliegues de su alma aún libre.
Lo veo proyectado en el espacio-tiempo de su vida terrena y veo venir a sus mayores con sus bagajes de conocimientos, la inculcación de hábitos que se convertirán en la razón de su vida ante la forjada creación de un ego.
Veo al mismo niño, ya no contemplando a las mariposas de la misma manera, sintiéndola, sino, como a un objeto con un nombre científico, con una cualidad inculcada, con un color determinado; veo como empieza a actuar en él el programa impuesto. Empieza a recorrer un sendero establecido, creado por alguien. Teniendo un objetivo de vida, no en la vida, también impuesto. Alcanzando siempre lo que ya conoce o espera, lo veo girando en un circulo confuso.
No veo en su vida algo, un reconocimiento nuevo, vital, divino. Solo queda una inocencia mancillada por virtudes conceptuales de creencias artificiales.
¿Fue‚ alguna vez un niño?
En este fugaz instante de su vida, siento a ese niño que corre detrás de esa mariposa, como a una irradiante oración de libertad ante lo fatal.
Una pena inunda mi estado de soledad y de quietud. El niño siente esa congoja, mientras la mariposa es un cristal traslúcido tras su cascada de lágrimas en el horizonte, mientras, desde lo profundo de mi ser siento el llamado de la vida. Acudo raudamente, mientras la armonía vuelve a mi espíritu en el corazón del único creador y me uno a su infinitud.

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