jueves, 31 de julio de 2008

Virtud - Desvirtud

Cuando hablamos de ese rótulo de la mente llamado desvirtud en la cual incluimos todos aquellos sentimientos que nos perturban, que nos crean conflictos, automaticamente buscamos potenciar lo opuesto, o sea la virtud. Lo importante no es ser virtuoso porque al librarnos de la desvirtud una nueva cualidad de la virtud esta implícita. De suerte que, evidentemente, hay que darse cuenta de ello.Si la desvirtud de la mezquindad perturba mi accionar diario uno generalmente no es consciente de ello. Cuando uno llega a darse cuenta, ¿qué ocurre? Nos esforzamos por ser generosos, tratamos de vencer nuestra mezquindad, nos disciplinamos con el fin de ser generosos, etc. Pero, después de todo, el ejercitar la voluntad para ser algo sigue siendo parte de la mezquindad, dentro de un círculo mayor, porque puede que seáis muy generosos al hacer un gran donativo a vuestra sociedad, a vuestros amigos, pero terriblemente mezquinos en cuanto a dar más propina. Así, pues, si no hacemos ninguna de esas cosas y simplemente nos damos cuenta de lo que implica la mezquindad, sin aplicarle un término, veremos que ocurre una transformación radical.La perturbación o el conflicto es esencial para el entendimiento, y cualquier intento de hallar seguridad es un obstáculo a la comprensión; y cuando queremos librarnos de algo que nos perturba, ello es por cierto un obstáculo. Mas si podemos experimentar un sentimiento directamente, sin nombrarlo, creo que es mucho lo que en ello encontraremos. Entonces ya no hay pugna con el sentimiento, porque el ser que vivencia y lo vivenciado son una misma cosa; y eso es esencial. Mientras el ser que vivencia verbalice, el sentimiento, la vivencia, se separará de ella y actuará sobre ella; y tal acción es artificial, ilusoria. Pero si no hay "verbalización", el vivenciador y lo vivenciado son una sola cosa. Esa integración es necesaria, y hay que enfrentarla radicalmente.Si no hay verbalización uno puede apercibir ese estado perturbador y como un mero espectador observarlo, estudiarlo, comprenderlo. Pero, esto es importante entenderlo bien, no es el núcleo el que comprende, porque no hay un centro. Ahora bien, la desvirtud es para mi un problema porque me perturba. Si no fuera una cosa perturbadora, no sería problema para mí, ¿verdad? Porque causa dolor, ansiedad, porque creo que es feo, quiero librarme de él.Por consiguiente, es a la perturbación que yo me opongo, ¿no es así? Le doy diferentes nombres en distintos momentos, en diferentes estados de ánimo; un día lo llamo esto, y otro día otra cosa. Pero el deseo, en el fondo, es no verme perturbado. ¿No es eso? Como el placer no perturba, lo acepto. No deseo librarme del placer porque en él no hay perturbación, al menos por el momento. Pero el odio, el resentimiento, la mezquindad son desvirtudes muy perturbadores en mi vida, y yo deseo librarme de ellos.De suerte que mi interés es no ser perturbado, y estoy buscando una manera de no ser nunca perturbado. ¿Y por qué no he de serlo? Yo tengo que ser perturbado para des-cubrir algo. Yo tengo que pasar por tremendos trastornos, disturbios, ansiedades, para poder descubrir. Porque si no me veo perturbado, me quedaré dormido. Y tal vez sea eso lo que la mayoría de nosotros desea en realidad: que se nos apacigüe, que se nos haga dormir, alejarnos de toda perturbación, hallar aislamiento, reclusión, seguridad. Si a mí no me importa, pues, ser perturbado (realmente, no superficialmente) si no me importa ser perturbado porque deseo descubrir, entonces mi actitud hacia las desvirtudes, sufre un cambio, ¿verdad? Si no me preocupa el estar perturbado, entonces el nombre no tiene importancia. La palabra "mezquindad" no es importante; ¿lo es acaso? Porque entonces experimento directamente el estado que llamo mezquindad sin verbalizar esa experiencia. No sé si me explico bien. En otros términos: la mezquindad es una condición muy perturbadora, como lo son el odio y el resentimiento; y muy pocos de nosotros experimentamos la mezquindad directamente sin verbalizarla. Si no la verbalizamos, si no la llamamos "mezquindad", la experiencia es por cierto distinta, ¿verdad? a como la definimos, con ello reducimos la experiencia nueva a lo viejo o la fijamos en términos de lo viejo. Mientras que si no la nombramos, hay entonces una experiencia que se comprende directamente, y esta comprensión efectúa una transformación en el momento de esa vivencia. En esa transformación desaparece la dualidad.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Yo diria que la pereza es la madre de las desvirtudes, pues anima a la dejacion al no hacer, a la inmobilidad que es lo contrario al hacer, al movimiento, a la accion desde una perspectiva del bien, a esto le llamo ser virtuoso ya que das vida, dinamismo, accion.